De pronto, como una fugaz sombra, apareció de la nada una joven, de cabellos negors como el azabache y ojos rojos penetrantes, ocultos tras una capucha mal puesta.
Tres o cuatro bribones malolientes se echaron hacia atrás atemorizados, mientras otros la miraban con curiosidad.
Con un leve gesto de manos se deshizo de la capa hábil y delicadamente, dejando ver su rostro hasta entonces oculto tras las sombras.
Recorrió la sala hasta una esquina, una vez allí se sentó, un joven camarero vino a tomarle nota con la voz algo entrecortada.
-¿Qu-é es... lo que dese-a?
Preguntó evitando mirarla fijamente, por lo que el semblante de la joven se entristeció, llamaba demasiado la atención, aferró la capa y se la volvió a poner, para luego, de nuevo, cubrirse el rostro con la capucha.
-Algo que sea fuerte...
Susurró, el camarero se alejó lentamente, algo más tranquilo y volvió con dos chupitos bien cargados de una mezcla que desde lejos lo que menos parecía era apetecible, allí se los dejó, sobre la mesa, y se retiró rápidamente.
Tomó el primero de golpe, sintiendo como su garganta se estremecía, y se puso a mirar a la nada.